Una apuesta legendária
A través de los años ha quedado un tanto diluida la razón por la cual en 1872 el ex-gobernador del estado de California Leland Stanford estaba tan obsesionado con determinar si al galopar, los caballos mantenían contacto siempre con una de sus patas al suelo. Otros pensaban que había un momento fugaz e imperceptible para el ojo humano en el cual las cuatro patas quedaban suspendidas al aire; postulado que Stanford apoyaba y estaba determinado a comprobar.
Según algunos, habían $25,000 en juego en la forma de una apuesta (o el equivalente a casi $500,000 en la actualidad) y Stanford no tenía considerado perderlos. Para probar su teoría, contrato a quien era considerado como uno de los fotógrafos más progresivos de la costa oeste de los Estados Unidos, el excéntrico y controversial Eadward Muybridge.
Cinco años y $50,000 dólares de inversión después, la incógnita ecuestre quedó resuelta.
Tintes novelescos
Los años, esfuerzo y dinero invertidos en el proyecto por poco se echan a perder, cuando en octubre de 1874 Muybridge asesinó con arma de fuego a quién él creía era el amante de su esposa.
En su juicio el año siguiente, el jurado no aceptó la defensa de insanidad pero si consideraron el hecho un homicidio justificado y Muybridge quedó en libertad. Para apartarse de todo y todos, el fotógrafo se auto-impuso un exilio en centroamérica, donde estuvo durante un año haciendo un récord fotográfico de la región. Guatemala fue una de sus paradas, lugar en el cual hizo una gran cantidad de fotografías, verdaderos tesoros que aún se conservan.
Para 1877 Muybridge estaba de vuelta en California, dedicado de lleno en la tarea impuesta por Stanford.
Congelando el tiempo
El 19 de junio de 1878 utilizando un sistema de novedosos obturadores electrónicos en un mecanismo de 12 cámaras lineales, Muybridge revolucionó de un soplo el presente y el futuro de la fotografía… salvando de paso la inversión y reputación de Stanford.
Ahí mismo en el hipódromo en Palo Alto, donde se llevó a cabo el experimento, ante una considerable cantidad de público, en cuestión de media hora estaba siendo mostrada la prueba irrefutable. Una secuencia de fotografías del galope del caballo en acción, perfectamente congelada y en la cual se podía ver claramente al caballo, en varios de los cuadros, con las cuatro patas al aire.
En poco tiempo la noticia y la evidencia viajó por el mundo. Grandes artistas de antaño y de la época, utilizaron como referencia las fotografías de Muybridge para pintar, ahora sí, correctamente el galope ecuestre.
Algunos otros maestros como Auguste Rodin, se negaron a aceptar el descubrimiento argumentando que «el pintor es quién esta en lo correcto y la fotografía es la que miente, dado que en realidad el tiempo no puede detenerse.»
Los antecedentes a Muybridge
Previo a esto, la fotografía de acción o deportiva no existía como tal. Existían retratos de atletas, siendo el mas antiguo en record el de un tenista escocés, Mr. Laine, retratado en un estudio de Glasgow en 1843 por Robert Adamson y David Octavius Hill.
En la imagen se ve a Mr. Laine (o Mr. Laing, existen discrepancias del nombre del modelo) sugiriendo acción en base a su posicionamiento (un tanto incómodo y tomando mal la raqueta) y su mirada, como si recién haber golpeado la pelota y siguiéndola con la vista.
Una veintena de años después, con la profesionalización del fútbol y el rugby en el norte de la Inglaterra victoriana, se popularizaron los retratos en grupo de estas escuadras deportivas. No obstante, las fotografías de acción no eran aún deleite para los aficionados.
El divorcio
No fue hasta que Muybridge revolucionó de golpe la tecnología con su demostración, que tuvo su verdadero arranque la foto de acción. Por primera vez se tenía la capacidad de congelar el movimiento en base a obturaciones rápidas. Esto no solo dejó la puerta abierta al surgimiento de un nuevo campo fotográfico, la fotografía de acción si no que a nuevos inventos para nuevas ramificaciones del arte.
Vale la pena mencionar que la amistosa y simbiótica relación de Muybridge y su mecenas, Leland Stanford, duró muy poco después de ese soleado día junio en Palo Alto, California. Ambos acusaban al otro de tener un «ego inflamado» y la estocada final llegó cuando Stanford publicó la obra El Caballo en Movimiento, en el cual hay solamente una pequeña mención sobre el rol de Muybridge en el descubrimiento.
No obstante, Muybridge no desistió en mejorar su invento y técnica, y en poco tiempo pasó a formar parte de la Universidad de Pennsylvania, en donde obtuvo cuantioso financiamiento y extendió sus estudios de locomoción animal y humana. Decenas de miles de fotografías quedan como evidencia de su genialidad. Varios libros y giras por Europa después, el ego herido de Muybridge sanó.
El Futuro en movimiento
Como todo inventor y visionario, Muybridge llevó su técnica más allá, inventando el primer aparato que mostraba una secuencia de fotos en movimiento. Basado en un juguete de la época, el zoetropo, el fotógrafo hizo modificaciones al mismo para inventar el zoopraxiscopio en 1879. El mismo simulaba la ilusión de movimiento utilizando un mecanismo circular que hacía pensar a la audiencia que el caballo, en efecto, se movía.
En Francia, los hermanos Lumiere se basaron en la técnica desarrollada por Muybridge como punto de partida para el desarrollo del cine y para 1890, tan solo 12 años después del génesis de poder congelar el movimiento, el nombre de Muybridge y la novedad de su descubrimiento había quedado eclipsados por el surgimiento del séptimo arte.
En 1904, Eadward Muybridge muere en su Inglaterra natal, tan excéntrico como siempre, pero siendo en efecto el padre y precursor en todo sentido de la fotografía de acción, que tuvo en los inicios del siglo XX una explosión tecnológica y de estilo, que perdura hasta el día de hoy.
El próximo sábado retomamos este relato histórico, partiendo de la influencia que tuvo el surgir de los juegos Olímpicos en 1896 hasta la batalla de marcas y potencias en los años ochentas.
1 comentario en “Historia de la Fotografía Deportiva – Parte I: El Génesis”
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