Las fotografías de Hiroshi Sugimoto (Tokio, 1948) abarcan desde elegantes palacios donde proyectan películas, autocines, hasta teatros clásicos de todo el mundo que parecen abandonados y en descomposición.

“Ver una película de dos horas es simplemente mirar 172.800 imágenes posteriores fotográficas”.

“Quería fotografiar una película, con toda su apariencia de vida y movimiento, para detenerla de nuevo … Debo usar la fotografía como medio para encerrar a los fantasmas resucitados por el exceso de imágenes fotográficas”.

Sugimoto, en este trabajo enmarca sus fotografía con una estética rigurosa los conceptos de la realidad, el tiempo, la belleza, la memoria y la perdida de todas las anteriores. Tal vez tiene que ver con el viejo dicho que Sugimoto cita:
“El verdadero conocimiento viene sin que sepas que lo sabes. En el momento en que sabes que ya sabes, ya no lo sabes”.

Otra de las cosas que el autor se reserva como tesoro valioso es el nombre de las películas que retrató consecutivamente de 1976 a 2015.
Sugimoto deja el obturador abierto durante la proyección de la película y lo cierra cuando acaba. De modo que cada imagen “está sobreexpuesta, tiene muchísima información”, anota.

“Descubrí que la cámara es una máquina capaz de representar el sentido del tiempo”.
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